Si te has quedado en vela hasta tarde considerando la cuestión, tienes suerte. Para su tesis doctoral, dos ingenieros informáticos de la Universidad de Cornell construyeron hace poco una máquina que mide precisamente eso. Robert Clain y Miguel Salas construyeron un detector de flatulencias a partir de un monitor sensitivo de ácido sulfhídrico, un termómetro y un micrófono, y diseñaron el software que mediría la emisión. Una «ligera perturbación del aire» cercana al detector lo pone en funcionamiento para medir los tres pilares de la calidad de las flatulencias: olor, temperatura y sonido.

La temperatura, explica Clain, es un factor crítico. Cuanto más caliente es una flatulencia, mayor es su velocidad de dispersión. «La señal sonora es más rápida a un mayor nivel en la escala, y una voz la puntúa en una escala de cero a nueve», dice. «Si llega al nueve, un ventilador la dispersa.» Tras unos meses de montaje, se iniciaron las pruebas de campo. «Bueno, las muestras no se tomaron en toda la escuela, pero tomamos unas cuantas», dice Salas.

Redacción QUO