En un estudio publicado en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, investigadores de las universidades de Cambridge, Southampton y Roma han comparado, mediante imágenes de resonancia magnética (MRI) la estructura del cerebro de adolescentes y adultos jóvenes que habían sido diagnosticados con trastorno de conducta – problemas persistentes que incluyen agresividad, robo y para los jóvenes de más edad, el uso de armas.
Las pruebas aportadas por las imágenes mostraron que el cerebro de estos jóvenes difieren significativamente en estructura del de sus compañeros que no presentan este tipo de conducta, lo que proporciona la evidencia más clara hasta la fecha de que su comportamiento se debe a los cambios en el desarrollo del cerebro en los primeros años de vida.
“Ya existían pruebas que señalaban las diferencias en los cerebros de las personas con problemas graves de conducta – explica Luca Passamonti, de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio –, pero a menudo era un diagnóstico simplista y sólo se centraba en regiones tales como la amígdala, importante para el comportamiento emocional. Pero el trastorno de conducta es un trastorno del comportamiento complejo, por lo que esperábamos que los cambios en el cerebro también lo sean y que involucren a otras regiones”.
El equipo halló que los jóvenes con trastorno de conducta diagnosticado ya en la infancia, exhibían un mayor número de correlaciones significativas en el grosor de las regiones con los mayores que mostraban este comportamiento. En cambio, los que manifestaban agresividad recién en la adolescencia, tenían una relación menor. Los investigadores creen que esto puede reflejar alteraciones específicas en el desarrollo del cerebro durante la adolescencia. Para confirmar estos resultados, los expertos realizaron las pruebas tanto en la Universidad de Cambridge como en Southampton.
“Esto proporciona una evidencia muy convincente de que el trastorno de conducta es un trastorno psiquiátrico real y no, como algunos expertos sostienen, simplemente una forma exagerada de rebeldía adolescente”, concluye el estudio. Los expertos esperan que, a partir del mapa construido con las imágenes, sea posible proporcionar una guía de los trastornos de conducta y ver si son reversibles.

Juan Scaliter