Este colosal armadillo tenía aproximadamente el tamaño de un Volkswagen Escarabajo.
Por si fuera poco, su cola espinosa terminaba en una feroz forma de garrote.
El gliptodonte gruñó una vez por el paisaje sudamericano, y a algunos les encantaría que lo hiciera de nuevo.
Al no haber ejemplares congelados, obtener ADN útil dependerá de si se hallan restos bien conservados en alguna cueva fresca y seca. Más allá de esto, hay un problema incluso mayor: la especie más apropiada para actuar como anfitriona para el desarrollo de un embrión de gliptodonte sería muchísimo más pequeña: el armadillo “gigante”, que pesa 30 kilos.
La diferencia de tamaño implica que sería una dura lucha llevar a su extinto pariente a feliz término.
Redacción QUO
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