No importa cuan fuerte sea un sistema de seguridad, su invulnerabilidad es equivalente a la del eslabón más débil o la acción más frágil en este caso. Aplicaciones de mensajería hay muchas, pero pocas tienen un sistema de encriptado de extremo a extremo. Esto no impide que alguien cerca espíe nuestro teléfono y haga una captura de pantalla de nuestros mensajes. Eso fue precisamente lo que ocurrió con el intercambio de mensajes entre Carles Puigdemont y Toni Comín.

Ambos políticos utilizaban la aplicación Signal para comunicarse. Bruce Schneier, uno de los pioneros en ciberseguridad (se le menciona en El Código da Vinci), señala que “Signal es mi primera elección a la hora de comunicarme. Me asombra el cuidado que se ha puesto en su programación”. Matt Green, criptógrafo de la Universidad Johns Hopkins, envidia el modo en el que está diseñada y el archifamoso Edward Snowden es uno de sus padrinos.

¿Qué la hace tan especial? Signal trabaja encriptando los mensajes de extremo a extremo, es decir, nadie más que emisor y receptor pueden acceder a ellos. Se puede configurar cuándo se borra una conversación y todos los que participan de la misma comparten esa configuración. Al contrario de lo que ocurre con WhatsApp, aplicación que Facebook usa para obtener información de uso y costumbre de los usuarios (aunque sin nombres), Signal no guarda los mensajes, ni los contactos.

Es cierto que es muy sencilla: no hay emoticonos, ni posibilidad de cambiar la tipografía o etiquetas bonitas. Todo gira alrededor de la seguridad. Diseñada por Open Whisper Systems, es gratuita, se descarga igual que cualquier otra aplicación y solo hay que registrar el número de teléfono y confirmarlo. Los contactos que tengan Signal aparecerán inmediatamente y si no lo tienen, se les puede invitar. A partir de ese momento, llamadas, mensajes y videollamadas están encriptadas.
El éxito de la app es tal que Microsoft está programando una opción de llamadas privadas para Skype, basadas en Signal.

Juan Scaliter