Vanessa Reig. 41 años. Escaparatista. Huelva

Desde pequeña quise ser astronauta, pero lo veía como algo inaccesible y solo me atrevía a decir que sería azafata. De ahí no subía”. Por eso le fascinó esta oportunidad a la que optó en secreto. De vacaciones en Cuba recibió la noticia de su selección “y tuve que imprimir el email para creerlo”. Vital y muy alegre, dice no sentir miedo, porque “me fascina el cambio y no conozco el sentimiento de echar de menos”, a pesar de declararse muy cariñosa y familiar. Ya sueña con esos paisajes “en una gama de colores preciosos en los que perder la vista” y se imagina especialmente asomándose a ellos desde la puerta del módulo y aportando a sus compañeros la calma de la que hace gala en situaciones tensas, su intuición y su empatía. Espera que la experiencia de tocar un nuevo material sustituya a la de oler el salitre.

Juanjo Díaz-Guerra. 39 años. Geógrafo. Madrid

Mira, estos quieren irse a Marte sin ti.” El WhatsApp de un familiar le presentó el proyecto, y a los cinco minutos ya preparaba la solicitud. Confía en que el respaldo económico vendrá de las empresas. “Todas querrán tener sus productos en dos planetas. Por ejemplo, las pantallas que habrá en los módulos, ¿serán de LG, Samsung, Panasonic?” Lo seguro es que su entrenamiento se retransmitirá por TV, y le parece bien: “será el making of de una oferta de trabajo durante 10 años, el testimonio de cómo se prepararon las personas que fueron a Marte”. Una vez allí, le ilusiona la idea de ver con sus propios ojos los paisajes que conocemos por imágenes, tocar las rocas con sus manos, consciente de ser una cobaya humana que echará de menos una playa, el cielo azul y los dónuts de chocolate.

José Barros. 34 años. Profesor. Madrid

El primer libro que le regaló su padre, Fundación, de Asimov, le abrió la mente al espacio, y buscaba información sobre los robots Curiosity y Opportunity cuando se topó con la posibilidad de ir a visitarlos. “Me ilusionó que fuera una iniciativa privada independiente”, dice, y está convencido de que la colonización de Marte es el futuro de la especie humana. Sin embargo, “sé las limitaciones que tendremos y que el confinamiento, por ejemplo, traerá momentos muy duros, pero poder explorar una cueva en la que no ha entrado nadie me parece apasionante”. Porque se ve sobre todo dando paseos e investigando, involucrado en actividades que no le dejen tiempo libre para añorar la familia, correr ni jugar al fútbol. Entre ellas, elaborar con su visión de profesor de historia una crónica de la experiencia.

Pablo Martínez. 37 años. Físico. Madrid

Llevaba año y medio en paro y pensé: pues esto me arregla para el resto de la vida”, y se apuntó a Mars One. Ya seleccionado, una reflexión más seria, guiada por su carrera de Física y su interés de siempre por el espacio, le decidió a seguir adelante. Con el viaje ganaría “la satisfacción de hacer algo nuevo y de ayudar a otros a solucionar cosas. Será una oportunidad magnífica para demostrar que la humanidad puede dejar de lado nacionalidades, sexos, etnias, religiones, etc., para hacer cosas muy grandes”, aparte del servicio que puedan aportar los experimentos y tecnologías que se probarán allí. Sabe que echará de menos a la familia, los amigos y la caza, pero se ve con el traje puesto disfrutando de una sensación de libertad en Marte “y de la lucha por la supervivencia, algo que aquí hemos perdido”.

Ángel Jané. 39 años. Técnico. Barcelona

Siempre he pensado que estoy aquí para hacer algo grande, y quizá sea esto”, porque también siempre había querido volar, pero la miopía no le dejó pasar las pruebas de piloto. Define su interés como filantrópico, porque llegar a la final le ayudaría a incentivar en los niños el interés por la exploración espacial, “que lleva unos 30 años muerta”. De hecho, ya ha empezado esa labor con conferencias en escuelas y un videoblog sobre el espacio. A su hija de 5 años quiere transmitirle el valor de tomar decisiones propias “sin seguir al rebaño”, y dice que esto le ayuda a vivir más intensamente cada día con ella. No niega que echará en falta un buen jamón y una caña, y cree que puede contribuir al proyecto con su vitalidad y perspicacia.

Adela Moreno. 30 años. Farmacéutica. Palma de Mallorca

Del espacio sabía lo que todo el mundo, tumbarme y fascinarme de que la luz de las estrellas saliera hace millones de años”, pero le apasiona todo lo nuevo, sobre todo si puede aprender. Por eso optó a la misión; incluso si no llegara a viajar a Marte, solo el entrenamiento como astronauta ya le merecería la pena. Sabe que le faltarían especialmente las personas que quiere, pero confía en el sistema de comunicación previsto para mantener el contacto con ellas desde la distancia. Le motiva especialmente “participar en la construcción de una civilización allí”, y cree que su carácter divertido y su formación en coaching podrían resultar muy beneficiosos para la buena convivencia del equipo. Hasta entonces, ya mira al cielo con otros ojos, sobre todo cuando hay conjunciones planetarias.

José Vicente Díaz. 41 años. Astrónomo. Bugarra (Valencia)

Me recuerdo a los 12 años, cenando un petit-suisse y viendo la serie Cosmos, de Carl Sagan. A partir de ahí, quise ser astrónomo”, y se puso a ello. Un año más tarde se apuntó a la Asociación Valenciana de Astronomía, cuando pasaba el cometa Halley. Como webmaster de la Asociación de Observadores de Meteoros y Cometas conoció Mars One. Se lo pensó mucho para apuntarse y, cuando pasó la primera criba, “me asusté, porque la idea de no volver ¡es una barbaridad!, aunque la única posible con la tecnología actual”. Sigue adelante para cumplir el sueño de ser astronauta, que la miopía le había robado hasta ahora, y asegura que lo del programa de TV “me lo tienen que explicar mejor, porque me deja un poco parado”. Se ve contemplando la Tierra desde Marte y buscando allí indicios de vida.

Aurelio Gabaldón. 37 años. Ingeniero. Madrid

Si al final se va, cantaré desde Marte”. Canción lírica, la actividad profesional de este ingeniero y geólogo, que destaca, además, las ventajas de esa formación “para cualquier tarea científica que quisieran encargarme”. Entusiasta de la carrera espacial desde niño, ya ha sido testigo de la emoción de dejar la Tierra en varias visitas a Cabo Cañaveral, desde donde vio partir al último Atlantis y a los nuevos cohetes de Space X. Cuando piensa que el pasajero podría ser él, y solo con billete de ida, “es una idea que supera la mente, abismal”. Aunque no está convencido de que la misión pueda realizarse en las condiciones que dice Mars One, cree que llegaremos a Marte dentro de, como mucho, 50 años “y ya es otra organización que ha llevado a la gente a mirar a Marte”. Incluso a soñar con cantar desde allí.

Núria Tapias. 31 años. Empresaria. Calafell (Tarragona)

Dediqué mucho tiempo a investigar si era un proyecto serio antes de apuntarme. Y si veo que se desvía del tema científico hacia la parte morbosa, no voy a continuar.” Como en el caso de José Barros, su interés por la astronomía arrancó con un regalo paterno: un libro sobre las fases lunares. Se imagina bajando las escalerillas del habitáculo hacia un desierto anaranjado con el cielo amarillento y le atrae especialmente “investigar la posibilidad de que exista vida en el espacio y cómo reacciona el ser humano en esas condiciones”. Opina que su positivismo, afán de superación y fuerza mental podrán enriquecer el trabajo en equipo. Pero hasta entonces, reconoce sentir cierto miedo “sobre todo ante el largo viaje en un espacio tan reducido y expuestos a la radiación solar; creo que es lo que tienen menos cerrado”.

Foto: @5thavenueagency

Alejandro Díaz-Ordóñez. 40 años. Director de hotel. Mallorca

Soy consciente de que iría para no volver, y lo planteo así: si te pregunto ¿tú lo harías? y me dices que sí, me comprendes, y si dices que no, no entenderás jamás la explicación que yo te dé.” Sin embargo, se siente escéptico ante la realización del proyecto en la fecha prevista “porque estoy al día de la actualidad científica y lo veo complicado”. Recibió la noticia de su selección “sintiéndome valorado, llevaba unos meses en paro y pensé: no me contratan para lo que he estudiado y me seleccionan para ir a Marte, este país…” Dejar a los seres queridos le parece duro, pero “yo perdí a mis padres cuando eran jóvenes, y la vida sigue”. Especialmente ante el reto de “poder hacer algo que ayude a la humanidad, transmitir conocimiento. Para mí eso es lo más gratificante”. Pero hoy, sigue mirando a Marte con los pies en la Tierra.