Los ejemplares más jóvenes de los gusanos del tabaco (Manduca sexta) encuentran en su hábitat natural unas atractivas golosinas. Las hojas de tabaco presentan unas protuberancias, llamadas tricomas, que en la variedad silvestre de esta planta contienen gran cantidad de azúcares y ácidos grasos, es decir, una carga nutritiva y atractiva al mismo tiempo. Las pequeñas orugas se deleitan chupando estos “pirulíes”, sin saber que están cayendo en una peligrosa trampa (MIRA AQUÍ EL VÍDEO).
Según publican en la revista PNAS Alexander Weinhold e Ian Baldwin, del Instituto Max-Planck de Ecología Química de Munich (Alemania), tras digerir esas sustancias, el cuerpo y las heces de las pequeñas orugas empieza a emitir un aroma que atrae a uno de sus principales depredadores, las hormigas. La señal química, formada por los mismos ácidos que dan al vómito infantil su olor característico, sirve de reclamo a los insectos, que las atrapan y las llevan a sus nidos como alimento para la colonia.
De esta forma, las plantas de tabaco (Nicotiana attenuata) aprovechan al máximo sus tricomas como armas defensivas: mientras su forma afilada disuade a pequeños insectos de acercarse a ellas, o los atrapa, su sabroso contenido marca mortalmente a las crías de los voraces gusanos.
Pilar Gil Villar