Hace entre 1,5 y 100.000 años vivió en Eurasia un animal enorme, parecido a un mamut, pero con los colmillos más rectos. Sus machos alcanzaban los 4 metros de altura, el doble de cualquier elefante vivo. Al describirlo, se le bautizó como Palaeoloxodon antiquus. El estudio de sus huesos concluyó que, por su forma, debía de estar emparentado con el elefante asiático actual. Sin embargo, una investigación publicada esta semana, ha venido a reescribrir el libro de familia, con consecuencias de índole práctica.

Para entender su repercusión, conviene recordar que en el mundo actual podemos encontrar elefantes en Asia y en África. Las diferencias entre los de un continente y otro están claras. Los asiáticos (Elephas maximus) son más pequeños, presentan dos “jorobas” en la frente y orejas mucho mas pequeñas, entre otros rasgos. Los africanos fueron considerados durante mucho tiempo una misma especie, hasta el punto de que las medidas para su conservación son iguales para todos (aquí viene la cuestión práctica).

Sin embargo, cada vez más estudios han ido demostrando la existencia de dos especies distintas y, por tanto, con necesidades de conservación diferentes: el elefante africano de sabana (Loxodonta africana) y el de bosque (Loxodonta cyclotis). Este último tiene los colmillos más rosados y casi la mitad de tamaño que aquel.

Pues bien, el mencionado estudio ha establecido que el extinto P. antiquus está mucho más cerca en el árbol genealógico del de bosque que del de sabana. Lo que implica que el linaje de los elefantes de sabana se separó de un ancestro común a P. antiquus y a los de bosque, que habría vivido hace entre 3,9 y 7 millones de años. P. antiquus habría evolucionado hace entre 1,5 y 3,5 millones de años:

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Para llegar a esta conclusión, los investigadores han secuenciado el ADN de restos fósiles de Palaeoloxodon encontrado en yacimientos de Alemania y los han comparado con el ADN de mamuts lanudos y elefantes africanos y asiáticos.

Alfred Roca es profesor de biología en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign (EE UU) y coautor de este estudio. En 2001 dirigió la investigación que llevó a la primera prueba genética de que los africanos pertenecían a dos especies distintas, corroborada desde entonces por otros estudios. Respecto a esta nueva evidencia, ha declarado: “En los últimos 15 años, más o menos, se ha matado a más de dos tercios de los elefantes de bosque que quedaban en África. Se encuentran entre las poblaciones de elefante más amenazadas del planeta. Algunas agencias de conservación no reconocen al elefante africano de bosque como una especie diferente, y se han descuidado las necesidades de conservación de estos animales”.

Pilar Gil Villar