Más de 60 dilemas como ese, se plantean en un vídeo de divulgación que ha elaborado la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra, Natalia López, bajo el título: Los secretos de tu cerebro. El vídeo contiene la reacción humana a difíciles decisiones similares a la planteada en el título como las reacciones recogidas ante sujetos que se encuentran con la situación en la que que un tren va a llevarse por delante a cinco trabajadores de la vía. En este caso, los sujetos que participan en el estudio tienen la opción de manipular las agujas y desviar el tren a una vía donde tan solo hay una persona. La realización de esta acción supondría un daño indirecto, pero por otro lado, evitaría un mal mayor.

¿El resultado? La gran parte de las personas que participaron en el estudio, optaron por mover las agujas. Según asegura López: «En este caso decidirse requiere dos segundos más, tanto si la respuesta es afirmativa o negativa a mover las agujas«. Y es que al parecer, se ha observado que las áreas del cerebro encargadas de desempeñar las funciones de análisis y de sopesar los pros y los contras, en esta ocasión es mucho más intensa que el área encargado de procesar las emociones: “Mientras el frontal izquierdo procesa de forma más sistemática y lenta -por ejemplo, una reflexión, aunque breve, nos mueve o no a una ayuda solidaria a víctimas desconocidas de catástrofes en países lejanos-, el hemisferio derecho procesa de forma más intuitiva, global y rápida. Así, nos sentimos urgidos a socorrer a alguien en grave peligro. Salvo patologías, ambos sistemas están conectados y actúan armónicamente”.

Las 60 cuestiones planteadas, son una agrupación de resultados que han sido publicados en revistas científicas como Neuron o Nature y sus objetivos son comunicar qué es lo que sabe hoy día la Neurociencia sobre nuestro cerebro. Según parece: “estas evidencias científicas apuntan hoy al modo en que está registrado en el cerebro humano el principio natural, y por ello universal, de no hacer a los demás lo que no quiero para mí. Es como un detector que provoca la emoción automática de agrado al ayudar y repugnancia por dañar. Es una intuición natural que guía sin determinar la conducta, un atajo emocional en situaciones en las que están en juego vidas humanas y hay que decidir de forma directa e inmediata”.

Al fin y al cabo, eso es lo que nos diferencia de los animales: la capacidad de discernir y en consecuencia decidir. A los animales, su instinto solo les permite acertar, no tienen la capacidad de elegir. Pero en cambio, a las personas se nos plantean retos, dudas y dilemas por los que tendremos que actuar. En esas actuaciones nuestros sentimientos, siempre afloran.

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Redacción QUO