Las investigaciones sobre el envejecimiento indican que una mejor vida, la calidad de vida a medida que envejecemos, puede ser más importante que la esperanza de vida.
En un estudio publicado en Nature Communications, un sorprendente nuevo descubrimiento genético, realizado por investigadores de la Universidad de Pittsburgh, liderados por Arjumand Ghazi, sugiere que puede haber interruptores moleculares que controlan la vida útil y la salud en forma separada.
La esperanza de vida saludable está representada por parámetros como la movilidad y la resistencia inmune que son distintos de la vida útil, que se pueden medir fácilmente. A pesar de que es más difícil de estudiar, la esperanza de vida saludable puede ser más relevante. Ghazi lo explica recordando el mito griego de Eos y Tithonus para describir la diferencia entre longevidad y vida saludable. “La diosa Eos – afirma en un comunicado – se enamoró de un hombre mortal, Tithonus, y pidió que se le concediera la vida eterna, pero se olvidó de pedir la eterna juventud. Tithonus vivió para siempre, pero como un anciano frágil e inmóvil”.
En el estudio los científicos se centraron en una proteína llamada TCER-1 en el gusano Caenorhabditis elegans. La TCER-1 promueve la longevidad de los gusanos y también es crítica para su fertilidad.
Los genes de longevidad en muchos animales aumentan la resistencia a los factores estresantes, como la infección, por lo que los investigadores esperaban que la eliminación de TCER-1 haría que los gusanos fueran menos resistentes.
Para su sorpresa, descubrieron exactamente lo contrario. Cuando se infectó con bacterias, se sometió a radiación dañina para el ADN o a altas temperaturas, los gusanos sin TCER-1 sobrevivieron mucho más tiempo que los gusanos normales. También tenían una movilidad que mejoraba con la edad y eran menos propensos a la acumulación de proteínas que causaban enfermedades neurodegenerativas humanas. Por el contrario, aumentar los niveles de TCER-1 más allá de lo normal suprimió las defensas inmunitarias del animal.
“Estábamos seguros que habíamos cometido un error – añade Ghazi –, pero repetimos los experimentos y nos dimos cuenta que TCER-1 era diferente a cualquier otro gen de longevidad que habíamos visto antes, en realidad estaba suprimiendo la resistencia inmune».
Curiosamente, TCER-1 parecía poder ejercer su influencia solo mientras los animales fueran jóvenes y capaces de reproducirse.
“La proteína TCER-1 en C. elegans actúa como un DJ que controla los graves, los agudos y otros tonos para que la música suene bien – concluye Ghazi –. Durante la edad reproductiva del animal, TCER-1 ajusta todos los cuadrantes moleculares para garantizar que se reproduzca de manera eficiente para propagar la especie, en parte desviando recursos destinados a lidiar con el estrés. Será interesante entender cómo el cuerpo asigna los recursos. Por ejemplo, una vez que decidan dejar de tener hijos, ¿podrían las mujeres tomar una píldora que mejoren su esperanza de vida saludable desviando los recursos utilizados para la reproducción hacia una mejor resistencia al estrés?”
Juan Scaliter