La semana pasada se armó un revuelo tremendo cuando la OMS anunció que había incluido las salchichas, el bacon y los deliciosos chuletones en la misma categoría que la radiación ultravioleta del sol o el tabaco a la hora de provocar cáncer. Tras un análisis detallado, nos dimos cuenta de que el pánico había cundido a consecuencia de una máxima que se utiliza por desgracia en ocasiones en periodismo, «que la realidad no te estropeé un buen titular». Bien, pues si la semana pasada acabamos mirando a la panceta con recelo, esta semana le toca el turno al queso.

Investigadores de la Universidad de Michigan han realizado una investigación con 500 voluntarios para responder a una pregunta que las Tortugas Ninja llevan toda su vida haciéndose ¿qué tiene la pizza que es tan adictiva? Pues queso, mucho queso. Según se ha explicado en varios medios que han publicado esta noticia, la caseína que contienen algunos productos lácteos genera efectos similares a la ingesta de drogas. Esta fosfoproteína está presente en alimentos lácteos fermentados como el queso o el yogur, se usa como adhesivo en la elaboración de derivados cárnicos, panes y productos de repostería y también para la elaboración de preparados médicos y concentrados proteicos destinados a la alimentación de los deportistas.

El doctor Neal Barnard, presidente del Comité de Médicos por una Medicina Responsable, explicaba que «la caseína se adhiere a los receptores de opiáceos del cerebro, provocando un efecto calmante muy parecido a la manera en que lo hacen la heroína y la morfina«. ¿Es esto verdad?

¿Realmente debe preocuparnos el queso?

No, ni el queso ni el yogur son crack y mucho menos heroína. Vayamos punto por punto. En primer lugar, la investigación en ningún momento comparaba estos productos con las drogas duras. A los voluntarios se les pidió que valorasen qué alimentos eran más difíciles de comer de forma controlada o eliminar de su dieta. Como es lógico, a nadie le extrañará que los carbohidratos procesados que contienen los bollos, el helado, las galletas o las patatas fritas encabezaran la lista. En el caso del queso, producto adorado por gran parte de la población, pocos voluntarios querían renunciar a él, por lo que acabó en un puesto destacado de la citada lista por encima de alimentos como los plátanos, el brócoli, la carne o los huevos.

Por otro lado, el mencionado doctor Neal Barnard, citado en casi todas las noticias que llevaban este tema, es defensor del veganismo y anima a todo el que le quiera escuchar a huir del consumo del queso. Además, su afirmación de que la caseína funciona en nuestro cerebro como un opiáceo está muy lejos de la realidad. Cuando la caseína entra en nuestro organismo, esta libera casomorfinas, que es cierto que tienen opioides, pero que el intestino de la mayoría de nosotros no absorbe porque es una molécula demasiado grande, como tampoco nos afecta a todos de la misma forma. Es más, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, tras revisar concienzudamente las evidencias científicas, aseguró que no se podía establecer una relación causa-efecto entre la ingesta de las casomorfinas o de otros péptidos con el desarrollo de patologías. Y mucho menos compararlo con el efecto de un ‘colocón’ de opiáceos. Es decir, no existen suficientes evidencias que permitan concluir que las afirmaciones del Doctor Barnard sean ciertas.

Lo que sí parece adictivo es crear pánico social con cierto tipo de titulares y artículos. Una lástima que no haya ningún remedio para eso.

Fuentes:

latimes.com | nydailynews.com | Acceso a la investigación ncbi.nlm.nih.gov | time.com |

Redacción QUO