India está sufriendo la peor ola de calor de su historia, ya que en algunos puntos del país se han alcanzado temperaturas de 51ºC. Superando así el anterior récord de 50,6ºC, registrado en 1956. Previsiblemente, en España, por muy caluroso que resulte el próximo verano, no es probable que nos acerquemos a esas temperaturas pero, aún así, alguna ola de calor asfixiante seguro que sufriremos. Por eso, nos preguntamos, ¿qué le sucede al cuerpo humano cuando s ele somete a una temperatura tan extrema?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la temperatura ambiental óptima para nuestro organismo es de entre 18 y 24º C, en la que el cuerpo humano se mantiene a unos 36°C-37°C.
Para detectar cualquier posible cambio, existen unos 90.000 sensores repartidos por la piel, que se encargan de informar al cerebro de la temperatura ambiente. Así, cuanto más calor en el exterior, mayor cantidad de sensores se activan.
Y, cuando nuestra temperatura ambiente supera los 30ºC, el organismo comienza a sudar para tratar de mantenerlo fresco. Si no lo hiciera así, la temperatura del cuerpo subiría alrededor de 1ºC cada cinco minutos, lo que podría causar la muerte en, aproximadamente, media hora.
Una temperatura ambiente de 40ºC ya resulta muy peligroso para ciertos grupos de perronas, especialmente los ancianos, los niños, y aquellos afectados por problemas respiratorios o cardiovasculares. Pero la situación se agrava para todos a partir de ahí.
La frontera fatal se encuentra en los 40ºC de temperatura corporal. Un solo grado más, y los músculos ya dejan de responder y el organismo empieza a fallar. A partir de ahí, si la temperatura sigue subiendo, el cuerpo ya no puede ni transpirar, debido a que se detiene el flujo de la sangre hasta la piel. Lo que sucede es algo parecido a que nuestro cuerpo se estuviera cociendo: las células empiezan a morir se funden los lípidos y se produce la necrosis de los tejidos.
La consecuencia es que la persona puede sufrir daños irreparables. Por ejemplo, en los riñones, ya que la deshidratación provoca que el disminuya el flujo sanguíneo hacia estos órganos, dañándolos gravemente. Y, si la situación no se revierte, el desenlace puede ser fatal y causar la muerte.
Pero que nadie se alarme innecesariamente. Bebiendo lo suficiente, poniéndonos a la sombra y dándonos un refrescante chapuzón, evitaremos que neustro organismo caiga en esa situación crítica. Aunque, eso sí, el sofoco no nos lo quitará nadie.
Vicente Fernández López