En 1942, un sargento del ejército soviético llamado Mijail Kaláshnikov cayó herido durante la batalla de Bryansk, en el transcurso de la II Guerra Mundial. Dado que los fusiles rusos de la época estaban obsoletos, el militar empleó su estancia en el hospital en diseñar un nuevo tipo de arma que resultara más práctica y efectiva.

El primer modelo lo tuvo listo en 1946 y lo bautizó con el nombre de Aka-46, aunque lo cambió por el de Aka-47 cuando, el 13 de noviembre de ese año, el gobierno soviético dio el visto bueno a la nueva arma y decidió iniciar su fabricación en masa. Con todo, hubo que esperar hasta 1951 para que todo el ejercito rojo estuviera equipado con los nuevos fusiles.

Los kaláshnikov (conocidos popularmente así en honor a su creador), se convirtieron rápidamente en el fusil de asalto oficial de los ejércitos de los países de la órbita socialista, incluida Cuba. También fue el arma habitual de la mayoría de grupos guerrilleros de inspiración marxista que operaron en los años 60 y 70, y a los que Moscú abastecía con suministros más o menos regulares.

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En la memoria de todos están las imágenes de los combatientes del Viet Cong o (más recientemente) de Bin Laden, equipados con esta arma. Aunque tampoco hay que olvidar que en Afganistán estos mismos rifles se volvieron contra los soviéticos, ya que los grupos locales de resistencia se los robaban a los soldados rusos que mataban o capturaban.

Actualmente sigue siendo el arma más usada en los conflictos armados que existen en diversas partes del mundo. Se calcula que puede haber más de 50 millones de kaláshnikov en activo en estos momentos, y sigue siendo fabricada por países como Corea del Norte, India, Egipto o Pakistán.

Vicente Fernández López