Pero llega a alcanzar la gloria a costa de un precio muy alto: la saturación. “Una pareja que se plantea, aunque sea voluntariamente, regenerar la libido por la vía de priorizar la sexualidad –comenta Antonio Bolinches, psicólogo y sexólogo– tiene muchas posibilidades de convertirla en una tarea. El primer enemigo de esta situación es la saturación, ya que es la moderación la que aumenta el deseo. El segundo de ellos es la rutina: para ello hay que variar la situación, las fantasías, los complementos”. Aún así, llegados a esta maratón sexual, hay algunos que no se detienen y la completan, cueste lo que cueste. “Esto es como un atleta… que todo el tiempo tiene que correr –asegura el sociólogo Javier González–. Cuanto más sexo tienes más quieres. En ese sentido es como el dinero, no hay ningún estudio, pero todo el mundo lo sabe. También es cierto que, en cuanto a deseo, existen etapas más activas y menos activas”. Pero no solo las etapas regulan nuestra energía venérea, también el género influye: “El diagrama del apetito sexual de la mujer tiene forma de onda, en cambio el del hombre sufre un descenso abrupto a partir de cierta edad”. Vale. Entonces si logramos no convertir la batalla de cuerpos en un deber, si conseguimos evitar la rutina y la curva de edad, nuestro cuerpo debería responder adecuadamente a una sesión centenaria de encuentros cercanos con cualquier tipo… o tipa. Pues al parecer no es tan fácil. “No estamos programados para hacerlo durante 100 días con la misma mujer, –agrega Bolinches, autor de Sexo Sabio– no estamos programados para la monogamia. Pero por razones culturales, sociales, económicas y de estabilidad nos empujamos a ello”. Y el impulso es como la cabra… tira para el monte, que en este caso es, sin duda, el de Venus. Yves-Alexander Thalmann autor de Las virtudes del poliamor, pone la ginda a la afirmación de Bolinches cuando asegura que: “Es imposible que una sola persona satisfaga nuestra necesidad de amor. Creo que la monogamia surge por un condicionante cultural, como los cuentos de hadas, la presión social…”.

más vale maña que fuerza
No estamos diseñados para soportar esos cien días de “amor”, ni por fisiología, ni por psicología, ni por genética, pero como “hecha la ley, hecha la trampa”, el juego de Douglas Brown tenía ciertas normas que, digamos, facilitaban la interacción de los cónyuges. Así, en el sexo bastaba con la penetración, sin necesidad de eyaculación u orgasmo, lo cual, en términos masculinos, es una gran ventaja a la hora de visualizar una performance digna. Además, toda ayuda material era válida. Así, esta pareja se sirvió de juguetes, películas, masajes y de las siempre bienvenidas “grúas farmacéuticas” o pastillitas capaces de poner recta hasta a la Torre de Pisa. Si gracias a este reportaje Douglas Brown ha reemplazado en el panteón de los héroes a Alejandro Magno, a Marco Polo o a Einstein y queréis emularlo, aquí van algunas claves. Primero: “Al final… uno se acostumbra a todo –asegura González–. Así como se puede aguantar sin sexo durante mucho tiempo, también ocurre lo contrario ya que el sexo es una necesidad fisiológica, genética”. Pero a la genética hay que ayudarla y, sin prescindir de grageas y unguentos, hay consejos que pueden ser útiles: “El sexo sabio –indica Bolinches– tiene cuatro reglas de oro: haz todo lo que quieras, no hagas nada de lo que no quieras, hazlo desde el respeto y de acuerdo a tu escala de valores. Lo recomendable es tener la relación sexual por debajo del nivel óptimo. Eso mantiene el deseo activo. La mejor manera de conservar el interés sexual es no hacer nada que la pareja no quiera, pero tampoco hacer todo lo que quiera”. Si gracias a esto lográis llegar a la meta (al menos al meta y saque), seguro que habrá consecuencias. La más clara de ellas es la ya nombrada saturación. Los expertos coinciden en que tanto sexo concluye con la necesidad de separarse del otro, algo que les sucedió a la pareja del libro que estuvo semanas sin hacerlo después del día 100.Y la segunda es que, como asegura Bolinches: “El vínculo no se fortalece de tanto hacer el amor”. Para los hombres que sean abordados por sus mujeres por sorpresa con una propuesta similar, les regalo la doble sentencia que ha salvado mi pareja: “Lo bueno si breve, dos veces bueno. Y la buena esencia viene en frasco pequeño”.

Redacción QUO