Independencia es una palabra que fascina y aterra a partes iguales. Seduce a quien sueña con independizarse y ganar la libertad. Y espanta a quien ve cómo alguien intenta sustraerse de su influencia. Los conflictos en torno a esta idea siguen estando muy presentes en nuestro mundo, y no necesitamos salir de nuestras fronteras para encontrarlos.

Pero los sueños de independencia ya ha escapado más allá de los límites nuestro planeta y viajan en dirección a Marte. Como lo leen. En diciembre de 2014, Edimburgo fue el escenario del II Congreso de Libertad Extraterrestre (ignoramos aún si este año habrá un tercero), donde un centenar de astrobiólogos y filósofos debatieron sobre un tema que, en principio puede sonar absurdo, pero que en realidad es fascinante: ¿qué leyes imperarían en la primera colonia humana en Marte?

Según el Tratado del Espacio, suscrito por un centenar de países (entre ellos España), ninguna nación puede reclamar la propiedad o la soberanía de ningún planeta o cuerpo espacial. Pero si puede instaurar colonias. Lógicamente, si esa colonia fuese un proyecto de Estados Unidos (por poner un ejemplo factible), sus habitantes se regirían por las leyes de dicha nación, tal y como sucede en los barcos y en las naves espaciales. Pero, dado el ritmo que lleva actualmente la investigación espacial, lo más probable es que esa hipotética colonia marciana (si llega a existir algún día) sea fruto del esfuerzo entre varias naciones.

En ese caso los diferentes tratados espaciales ya aportan un marco legal bastante práctico y definido que es, por ejemplo, el que se aplica en el ámbito de la Estación Espacial Internacional. Pero hay quien cree que no sería suficiente. Es el caso de Haqq-Misra, un astrobiólogo del Blue Marble Space Institute of Science, quien propone que la mejor opción es que esa colonia marciana llegara a ser tan autosificiente que pudiera declararse independiente de cualquier influencia terrestre. Para Misra, esa independencia sería lo que permitiría a esa nueva sociedad experimentar y probar nuevas soluciones a los problemas socieconómicos y medioambientales de nuestro mundo.

«Inicialmente, los colonos de Marte se sentirían ciudadanos de sus respectivas naciones», explica Misra. «Pero ese sentimiento se iría debilitando conforme pasase el tiempo. No digamos ya si llegase a nacer una nueva generación. Más tarde o más temprano, esas personas acabarían considerándose marcianos, sin ningún vínculo emocional con la Tierra». En esa línea, Haqq-Misra ha elaborado un ensayo en el que considera que es deseable que Marte pueda alcanzar esa independencia sin la intervención de ningún gobierno de la Tierra. Propone además, que los recursos naturales del Planeta Rojo pertenezcan por pura lógica a los habitantes de la colonia.

Pero no todo el mundo piensa igual. Elisa González Ferreiro, Directora del Centro de Estudios Iberoamericano de Derecho Aronautico y Espacial, considera que esa propuesta está cerca del disparate. «Suena muy bien sobre el papel todo lo relativo a la hora de fabricar un nuevo mundo y una nueva sociedad sin vínculos con la de nuestro planeta, pero a la hora de la verdad no es nada fácil de llevar a cabo. Para lograrlo hay que crear un nuevo código laboral, un nuevo código penal… Todo eso tendría sentido en una sociedad de cientos de miles de personas. Pero esa hipotética colonia marciana no tendría más de trescientos pobladores, como mucho. No se puede concebir un mundo independiente con tan poca población». Aunque reconoce que: «Si esa colonia prosperase y naciesen nuevas generaciones, al cabo un siglo o más, si sería viable platearse esa posibilidad».

Elisa también advierte de un serio riesgo que se correría con la prematura independencia marciana. Sería un territorio susceptible de caer en la tiranía. «¿Quien controla el aire? En un grupo tan reducido como sería el que formase esa colonia en sus inicios, un líder fuerte que destacase sobre todos los demás, podría hacerse con el control de algo tan vital como el oxígeno, e imponer sus condicioens al resto del grupo. Son supuestos hipotéticos, pero posibles, y por eso parece necesario que, en esa primera fase al menos, el control de la cololonia se rija por las leyes terrestres».

Por ese motivo, el astrobiólogo Charles Cockell, organizador de los congresos celebrados en Edimburgo, ha comenzado a trazar las bases de la que sería la primera constitución marciana. Se inspira en las de países como Estados Unidos, Japón o Islandia, pero a pesar de ello se enfrenta a retos totalmente nuevos. Uno de ellos sería el ya comentado del oxígeno, ya que este documento sería la primera constitución de toda la historia que regulase el control y la disposición de dicho elemento esencial para la vida.

Está claro que, independiente o vinculada a la Tierra, una futura colonia en Marte supondría un nuevo reto en cuestión de derechos y obligaciones, al que la humanidad tendría que enfrentarse. «En un primer momento el marco del Tratado para la Luna podría ser válido y aplicable al caso de Marte pero, conforme pasase el tiempo y si esa colonia prosperase, sería necesario crear un nuevo marco legal para la realidad de ese planeta».

De momento, ese futuro parece muy muy lejano. Pero, como vemos, hay quien ya ha comenzado a meditar sobre como enfrentarnos a los retos que nos plantee.

Redacción QUO