Ni Messi, ni Iniesta, ni las esteladas… Para las redes sociales, la gran protagonista del partido entre el Barcelona y el Sevilla estaba en las gradas. Las cámaras que retransmitían el partido enfocaron en varias ocasiones a esta mujer vestida de rosa, que se encontraba sentada en la segunda fila del palco del Vicente Calderón (justo detrás de Ada Colau), y a la que el partido parecía no interesarle demasiado. Al principio,se entretuvo mirando su móvil pero, finalmente, el desinterés y el aburrimiento hicieron mella en ella, y la buena señora acabó dormitando durante el partido. Lo que fue celebrado por los usuarios de la redes sociales con memes de todo tipo, a cada cuál más delirante.

Es indudable que los gustos son algo muy personal y así, el fútbol, que para unos es pura emoción, para otros puede convertirse en un espectáculo insoportable . Tal y como, según parece, le sucedió a la mujer de rosa. Pero, pongámonos por un momento en su piel (y en su vestido), y planteémonos si habríamos sido capaces de aguantar despiertos todo el partido, si este no nos hubiera interesado lo más mínimo. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿puede el aburrimiento provocar somnolencia?

La clave parece estar en una región del cerebro llamada núcleo supraquiasmático, que es uno de los centros que regula los ciclos circadianos y la producción de melatonina, la llamada hormona del sueño. Tal y como explica el divulgador científico John Staughton: «Necesitamos estímulos mentales y físicos para mantenernos alerta y despiertos. ¿Ha visto a alguien quedarse dormido en una clase de gimnasia o cuando está debatiendo intensamente con alguien?. En cambio, cuando asistimos a la charla de otra persona, o a un espectáculo, nos convertimos en espectadores de una comunicación unidireccional». Y lo que ocurre entonces es que, si esos mensajes que recibimos no son interesantes para nosotros, nuestro cerebro no solo no recibe el estímulo necesario para prestar atención a lo que está ocurriendo sino que, además, entra en un estado similar al que produce el llamado ruido blanco (un tipo de señales que causan un efecto de relax en el cerebro). Consecuencia: ¿Nos quedamos dormidos?

Pues no obligatoriamente. Para que el aburrimiento pueda acabar dejándonos fritos, es necesario que la persona acumule también un cansancio y una somnnolencia previas, tal y cómo nos explicó Francisco Segarra, especialista de la Clínica del Sueño Estivill, en Barcelona. «Si una persona no tiene de por sí esa necesidad de sueño acumulado, por mucho que se aburra es casi imposible que se quede dormida». Osea que, aburrimiento más cansancio… siesta segura.

En 2006, un estudio publicado en la revista Motivation and emotion, y realizado por Thomas Götz, de la Universidad de Constanza (Alemania), clasificó el aburrimiento en cinco clases principales: apático (semejante a la depresión), el calibrador (en el que la persona se muestra receptiva a las distracciones que le ofrece el entorno), el reactivo (las personas lo toman como un reto, para aprender a que no se repita una situación así), el de búsqueda (el sujeto se esfuerza en buscar la manera de superar esa situación) y el indiferente, que es el más común de todos. Y también el que probablemente afectó a la señora de rosa. Seguramente el fútbol ni el desagradaba ni le entusiasmaba; le daba absolutamente igual. Por eso, el aburrimiento indiferente que le producía la llevó a aislarse del entorno, una situación que unida, probablemente, al cansancio acumulado acabó, por dejarla frita.

Esperamos que, al menos, también tuviera sueños… de color rosa.

Vicente Fernández López