Muelles de colchones, clavos, restos de latas, juguetes infantiles y hasta una figura metálica que se asemeja a una bailarina son algunos de los “tesoros” que las esculturas de Picasso esconden en sus entrañas.
El autor del descubrimiento fue el fotógrafo Xavier Lucchesi, quien quiso ofrecer un nuevo punto de vista de la obra escultórica del artista español. “La cámara captura la piel de las cosas, pero las radiografías nos muestran su alma”, explica. Por eso, “desnudó” (metaforicamente) las piezas y las introdujo en un escáner conectado a una cámara, para retratar el interior de las obras.

Lo que Lucchesi pretendía era comprender mejor la técnica usada por Picasso para fabricar sus esculturas, pero no podía ni sospechar las sorpresas que se iba a encontrar. Así, al escanear una pieza titulada Busto de mujer, descubrió en su interior lo que parecía una estilizada silueta metálica. En un primer momento pensó que podría ser una “imagen fantasma”, pero tras contrastar varias radiografías vio que no había lugar a dudas: se trataba de un armazón moldeado con forma humana que servía de estructura para la escultura y que, por un efecto óptico, se asemejaba a una bailarina con tutú.

¿Habría más sorpresas similares al escanear el resto de las piezas? En algunas sí que las hubo, y buena muestra de ellas son las imágenes que publicamos en estas páginas.

Reciclaje artístico

Una mañana de 1950, Picasso encontró a su mascota favorita, la cabra Esmeralda, muerta tras comer hierba venenosa en el jardín de su casa de Cannes. En homenaje, esculpió esta pieza llamada La cabra. Ahora, el escáner revela que usó una vasija para crear el volumen de las ubres, y muelles y latas para fabricar el esqueleto metálico.

¡Mi carro me lo robaron!

Algo así debió de gritar Claude, el tercer hijo de Picasso, cuando desapareció su carrito de juguete. Gracias a las radiografías de Lucchesi sabemos ahora que su padre lo usó para sostener el cráneo de esta pieza, La mona y su cría.

La danzarina clavada

El artista amaba la danza; tal vez fue la huella que dejó en él su primera esposa, la estrella rusa del ballet Olga Koklova. Quizá pensó en ella cuando en 1931 esculpió esta pieza, La bailarina. Las recientes imágenes de radiodiagnóstico que se exhiben en París muestran que Picasso usó un clavo para sostener la pierna que mantiene la figura en equilibrio.

Con el tutú puesto

Es imposible saber qué pensaba el creador cuando modeló Busto de mujer, que recuerda a las venus de la fertilidad. Pero, tras descubrir en su interior otra figura (que hemos marcado a color) parecida a una bailarina, Lucchesi deduce que quizá “quería simbolizar la evolución de las formas femeninas, de la rotundidad a la delgadez”.