Hace unas semanas, os mostramos en QUO cómo un grupo de científicos estaba cultivando mini cerebros de chimpancé en un laboratorio para lograr comprender cómo evolucionó la inteligencia humana. Según un estudio publicado en la revista Cell, estos no eran capaces de generar ningún pensamiento o nivel de cognición real, pero un nuevo trabajo ha logrado dar un paso más adelante. Un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, ha creado un cerebro «en miniatura» capaz de comportarse de una manera ligeramente extraña.

Según los hallazgos publicados en la revista Nature Neuroscience, el llamado «organoide cerebral» estaba compuesto por alrededor de 2 millones de neuronas y era similar al que pudiera tener un feto humano de 12 a 16 semanas (un cerebro desarrollado alcanza los 80 o 90 millones). En esta etapa, en la que apenas alcanza el tamaño de un guisante, no era lo suficientemente complejo como para tener pensamientos, sentimientos o consciencia, pero no por ello estaba completamente inerte. De hecho, probaron a colocarlo junto a 1 mm de la médula espinal de un ratón, así como una porción de tejido muscular de su espalda, y en ambos casos las células del mini cerebro comenzaron a extenderse hasta enlazarse de manera espontánea con ellos.

Pero la sorpresa llegó después, cuando este fue capaz de contraer los tejidos musculares después de unas dos semanas cohabitando como un pequeño organismo. Cuando los científicos estimularon uno de los tractos del axón del organoide, las sinapsis entre este y las neuronas de la médula espinal del ratón eran fácilmente visibles, controladas y tenían lugar de manera organizada: el músculo se movía.

¿Cómo es un cerebro en miniatura?

Actualmente, la mayoría de los organoides cerebrales se cultivan a partir de células madre humanas, consiguiendo de manera espontánea una estructura necesaria para el desarrollo de un cerebro muy joven, pero cuando llega a un tamaño considerable, este se queda privado de nutrientes y oxígeno, y deja de ser útil. La presente investigación ha logrado superar esta fase, al rebanar los organoides en láminas y colocarlos sobre una membrana porosa que les permitiesen alimentarse de oxígeno y nutrientes sin llegar a morir, incluso un año después de haber sido creados.

Aunque este tipo de experimentos se encuentran en una fase temprana, los investigadores esperan desarrollar modelos más grandes que les permitan estudiar con más detalle enfermedades neurodegenerativas.

Fuente: Science Alert

Alberto Pascual García