Cuando nos dan una vacuna contra una enfermedad como la polio o la gripe, nuestro sistema inmunitario se prepara para defenderse contra esa infección en particular.Pero si lo que nos afecta es varicela o incluso una variedad levemente diferente de la gripe, no tendremos suerte con la vacuna. Esto se debe a que las vacunas tradicionales alistan el sistema inmune adaptativo, cuyas funciones las llevan a cabo principalmente células T y B específicas, cada una dirigida a una amenaza particular. Hasta hace relativamente poco tiempo, el dogma en inmunología era que el sistema inmune adaptativo posee memoria, por lo que las vacunas son efectivas incluso años después, mientras que el sistema inmune innato carece de ella.
Pero, ¿y si existiera una vacuna más general que pudiera reforzar el sistema inmunitario contra amenazas de diversa índole, desde la infección hasta la quimioterapia? En un nuevo artículo, publicado en Cell, investigadores de la Universidad de Pensilvania muestran cómo el sistema inmune innato, que responde en general a los peligros detectados en el cuerpo, puede ser entrenado para «recordar» las amenazas pasadas y responder de modo más contundente a los desafíos futuros.

El equipo de científicos, liderados por George Hajishengallis, demuestran que este entrenamiento y la ayuda extra de, por ejemplo, el compuesto β-glucano (beta-glucanos, una molécula de azúcar que se encuentra en los hongos), se produce en la médula ósea. Los hallazgos apuntan a una estrategia mediante la cual uno podría “alimentar” el sistema inmune antes de entrar en una situación donde el riesgo de contraer una infección sea alto, o antes de recibir quimioterapia.
“Tomar β-glucano antes de la quimioterapia sería una muy buena aplicación – explica Hajishengallis en un comunicado – y en el caso de las infecciones, el β-glucano activaría el sistema inmune innato, lo que permitiría responder mucho más rápido y con mayor fuerza a un infección”.

La hipótesis de los expertos era que los cambios debían afectar de algún modo la médula ósea, el sitio de las células madre hematopoyéticas o HSC, y específicamente aquellas que sirven como precursoras de células mieloides, las células de la médula ósea. Para probar si la teoría era acertada, el equipo de Hajishengallis suministró una dosis de β-glucanoa un grupo de ratones y descubrió que en un día sus HSC aumentaban notablemente y que dicho cambio persistía en el tiempo. El β-glucano también tuvo un impacto beneficioso después de la quimioterapia. Mientras que los agentes quimioterapéuticos pueden reducir las células inmunitarias, los investigadores descubrieron que la estimulación con β-glucano daba como resultado que los ratones tuvieran más glóbulos blancos después del tratamiento con dos fármacos quimioterapéuticosde uso frecuente. Estos ratones también vivieron más tiempo que aquellos que recibieron una inyección de control.

Pero las buenas noticias tienen un también un lado negativo. Los autores señalan que, a pesar de los efectos protectores de la infección y la quimioterapia, existen razones para ser cautelosos con respecto a este tipo de “entrenamiento”. El refuerzo del sistema inmune innato podría causar un exceso de señalización inflamatoria, lo que lleva a problemas tales como daño en tejidos o enfermedades autoinmunes.

Juan Scaliter