Las células del sistema inmune tienen la función de detectar y combatir los patógenos que atacan a nuestro organismo. Aunque, como si fuera una historia de cine negro, entre esas células defensoras también existen algunas que están corrompidas. O lo que es lo mismo, que en lugar de combatir a los patógenos, se dedican a destruir las células sanas.
Pero, ahora, un nuevo estudio del National Health and Medical Research Council, en Australia, ha descubierto que esas células corruptas son en realidad un arma de doble filo y que, aunque inicialmente son nocivas para nuestro organismo, también son «el arma secreta» de nuestro sistema inmune, que se convierten en inesperados aliados para combatir a los patógenos más resistentes.
Algunos virus como el del VIH son muy difíciles de combatir, debido a que se asemejan a las moléculas del organismo, y el sistema inmune no es capaz de distinguirlos. Por ese motivo, recurre a generar estas células corruptas (una variedad de los linfocitos b) para que los ataquen. Los investigadores comprobaron este mecanismo en pruebas realizadas con ratones.
Lamentablemente, el coste de este sistema defensivo conlleva un alto precio para nuestro organismo, ya que a cambio de intentar destruir esos patógenos, las células corruptas también destruyen moléculas sanas. Por ese motivo, los investigadores han recurrido a introducirles una mutación que las convierte en inofensivas para las moléculas sanas y potencia su efecto sobre las malas.
Fuente. ScienceDaily.
Vicente Fernández López