Si nos fijamos en un tejedor de gorrión de ceja blanca, macho o hembra, cuando inicia su melodía, veremos que enseguida se incorpora uno de sus compañeros para cantar juntos un dueto. Los hacen en perfecta sintonía. Un equipo liderado por investigadores del Instituto Max Planck de Ornitología de Seewiesen (Alemania) quiso estudiar este fenómeno y utilizó transmisores móviles para registrar simultáneamente señales neuronales y acústicas de parejas de duetos de aves en su hábitat natural. Encontraron que la actividad de las células nerviosas en el cerebro del ave que canta cambia para sincronizar con su compañero cuando este comienza su canto.

Forman un dúo perfecto y casi exclusivo

Los cerebros de ambos animales funcionan como uno solo logrando un dúo perfecto. Los tejedores de gorriones de ceja blanca (Plocepasser mahali) viven juntos en pequeños grupos en árboles en el sur y este de África. Cada ave tiene un nido de descanso con una entrada y una salida. La pareja dominante tendrá un nido reproductor que es fácilmente reconocible por el hecho de que un pasaje está cerrado para evitar que los huevos se caigan. Además de la pareja dominante, hay otras ocho aves en el grupo que ayudan a construir nidos y criar a los jóvenes. Todos los miembros del grupo defienden su territorio contra grupos rivales a través de duetos de la pareja dominante y los coros del resto.

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Galina JacynaGetty Images

Son una de las pocas especies de aves que cantan a dúo. Los científicos sospechaban que requerirían cierta coordinación cognitiva entre los individuos para sincronizar, sin embargo, los mecanismos neuronales eran desconocidos. «Los gorriones de ceja blanca no pueden desarrollar su compleja estructura social en el laboratorio. Por lo tanto, solo pudimos investigar los mecanismos del dúo cantando en su hábitat natural», dice Cornelia Voigt, una de las tres autoras principales del estudio. Para ello, el equipo del Instituto Max Planck desarrolló transmisores de micrófono móvil para grabar el canto en la naturaleza. Su peso ligero, de solo 0,6 gramos, permitió acoplarlo al ave a modo de mochila.

Otro novedoso transmisor, de apenas un gramo, permitió hacer un registro sincrónico de la actividad cerebral en las aves mientras cantaban en su entorno natural. La antena colocada cerca del árbol de las aves registró hasta ocho de estas señales en paralelo. Con la ayuda de una tarjeta de sonido externa y una computadora portátil, el canto y las señales cerebrales se grabaron de forma sincrónica con una precisión de milésimas de segundos.

Los investigadores registraron casi 650 duetos. Lo más complicado fue conseguir una tecnología capaz de soportar las condiciones extremas del Kalahari Savannah en el norte de Sudáfrica, según cuenta Susanne Hoffmann, científica y coautora del estudio. Lisa Trost, también científica en el departamento aporta otro detalle: «Afortunadamente, el procedimiento para fijar los implantes en las cabezas de las aves no duró mucho y se devolvieron rápidamente al grupo. Todas las aves cantaron en el árbol inmediatamente después de su regreso».

Marian Benito