Una mañana te despiertas y ves, a los pies de la cama, que tu perro tiene algo extraño. Una mirada salvaje, un hocico más largo de lo normal, unas garras afiladas en vez de adorables pezuñas. Y resulta que vivías engañado y que la mascota a la que viste crecer no es un perro, sino una especie salvaje en grave peligro de extinción que en cualquier momento puede devorarte.

Esto es lo que le ocurrió a una familia china que crió, desde pequeño, a un supuesto ejemplar de mastín tibetano, una de las razas caninas más caras del mundo. Al principio la cosa iba bien: el perrito era pequeño y crecía con normalidad. Luego empezó a engullir enormes cajas de frutas y varios platos de tallarines al día. Cuando el animal pesaba 200 kilos y medía casi un metro, la familia se dio cuenta de que algo no iba bien. No, su mascota no era un perro, sino un oso negro del Tíbet, una especie muy protegida en Asia.

La familia tardó dos años en percatarse del fallo y acudir a las autoridades para reportarlo. Estas confirmaron que se trataba de un ejemplar de oso del Himalaya, como también se conoce a esta especie. El animal, que estaba en perfecto estado de salud por el cuidado de sus dueños (que, por cierto, quedaron aterrorizados ante el descubrimiento), fue llevado al centro de rescate de animales salvajes Yunnan, donde recibe cuidados por parte de profesionales.

Esta confusión, que puede parecer descabellada, no es tan extraña. Hace unos meses un hombre confundió a una cría de gatito doméstico con un leopardo salvaje. Algo parecido ocurrió con una mujer china, que entregó su ejemplar de perro de Pomerania japonés tras darse cuenta de que era un zorro.

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Redacción QUO