Nuestro sistema inmunológico es el baluarte de nuestro organismo, nos protege tanto de agresiones externas, como virus, bacterias, radiación o contaminación, como de problemas internos (células cancerosas por ejemplo). Pero hasta ahora muy poco se sabía sobre el papel que las células de nuestras defensas podían desempeñar en la coordinación de la reparación del tejido dañado. Si bien esta tarea estimula el crecimiento de nuevas células dentro del tejido dañado, aporta nutrientes y oxígeno adicionales al tejido lesionado, también podría desempeñar una función menos “saludable” por decirlo de algún modo.
De acuerdo con un reciente estudio, publicado en Molecular Cell y realizado por expertos del Trinity College de Dublín (Irlanda), el cáncer a menudo se sirve de este poder de regeneración para sus propios fines. De hecho, en muchos casos el cáncer se describe como “heridas que no curan” debido a su capacidad de disfrazarse como tejido dañado con el fin de recibir ayuda del sistema inmunológico. El problema era que, hasta ahora, no se comprendía exactamente cómo el cáncer lograba activar esta respuesta.
Liderados por Seamus Martin,los científicos del Trinity College, han descubierto que una molécula llamada TRAIL (siglas de ligando inductor de apoptosis relacionado con el TNF) y que se encuentra frecuentemente en altas concentraciones en muchos cánceres, reconfigura ciertos tumores para que envíen una señal de inflamación y que las células encargadas de curar acudan a ellos.
Irónicamente, la molécula TRAIL envía una señal para que las células mueran, pero el equipo de Martin ha descubierto que también puede enviar un mensaje de cicatrización de heridas desde las células tumorales.
“Comprender cómo el cáncer activa la respuesta de cicatrización de heridas – explica Martin en un comunicado – ha sido un misterio hasta ahora y descubrir cómo ciertos tumores explotan los recursos de TRAIL nos permitirá desactivar esta reacción”.

Juan Scaliter